No pulenta, polenta. Una especie de harina de maíz gruesa, originaria de Italia. La versión criolla es la Chuchoca, que es más gruesa aún.

2 personas • 30 minutos

  • ½ taza de polenta
  • 1 taza de leche
  • ½ taza de agua
  • 1 cucharada de mantequilla
  • 2 cucharadas de harina
  • 1 tomate pelado
  • 1 taza de queso parmesano, rallado

Precalienta el horno, a fuego alto y luego pica el tomate en cubitos.

En una olla con mango, calienta la leche, el agua y la mantequilla a fuego bajo. Échale un poco de sal y pimienta fresca. Revuelve para que se incorpore todo. Una vez que esté a punto de hervir, echa de a poco y revolviendo siempre, la polenta. Continúa revolviendo y vas a notar como la mezcla se empieza a espesar. Retira del fuego una vez que esté como una masa pegote y deja enfriar unos minutos sobre otro recipiente.

Una vez que pierda un poco de calor, agrégale la harina. Esto es para que tenga un poco más de consistencia. Mezcla con la cuchara de palo hasta que quede una masa uniforme y deja reposar unos minutos.

En la lata del horno pon papel metálico, echa un poco de aceite de oliva y espárcelo. Luego, sobre éste pon 2/3 de la mezcla. Arriba pon casi todo el tomate y el queso. Luego agrega encima el tercio restante de la masa. Termina poniendo el tomate y el queso que queda.

Mete la lata al horno, baja un poco el fuego y hornea hasta que el queso se derrita, unos 5 a 10 minutos, cuidando que la masa no se seque mucho.

Para servir, saca la lata del horno, deja reposar unos 2 minutos y luego con ambas manos levanta el papel metálico agarrándolo de ambos lados. Pásalo a una fuente o tabla. Con una mano agarrando el papel, comienza a despegarlo del pastel con ayuda de una espátula. Córtalo por la mitad y acompaña cada pedazo con una ensalada.

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